... la novia que no cabía en el coche
En esto del mundo bodil una aprende que nada, pero nada, sale como estaba planeado.
Y que da igual lo bien que hayas preparado el moño, el maquillaje o el coche de los novios, porque la vida —y la humedad de la costa— siempre conspiran para dar el espectáculo.
Esta historia empieza con una novia linda, entrañable y más campechana que el rey emérito en un bar de tapas.
Todo precioso, todo listo… hasta que llega el coche.
Y, sorpresa: la novia no cabía.
No por el vestido, ojo, sino porque el padrino —que era el padre, un señor muy alto— iba delante, y el chófer se negaba a que se despeinara la criatura con la ventolera de la playa.
Total, que entre los kilómetros, el peinado y el drama logístico… la novia terminó yéndose en el coche de la fotógrafa. O sea, en mi coche.
Menos mal que ese día habíamos llevado el coche bueno y no el Clio de guerra, ese que suena como si llevara dentro a siete gremlins y medio tubo de escape colgando.
Así que, con toda la naturalidad del mundo, la novia en el asiento del copiloto, su padre detrás y mi compañera fotógrafa —por no molestar— sentada en la sillita del bebé.
Sí, sí: en la sillita del bebé.
Porque en Fotoeventos no solo hacemos fotos: hacemos milagros logísticos.
Y ahí va el señor, el padre de la novia, tan contento, que entre curva y curva me empieza a hablar de su hijo.
De lo guapo que es, de lo buen muchacho, de que tiene un trabajo estupendo, de que le encantan las cámaras…
Y yo, claro, sonrío, porque una es educada y está soltera, y un buen muchacho nuca viene mal.
Hasta que llega la ceremonia y el muchacho —el presunto príncipe azul— le dedica una canción a su hermana.
Ay. Es más guapo que buen músico. Eso sí, el muchacho puso entusiasmo, y yo soy persona de valorar el esfuerzo, que en esta vida hay que aplaudir lo que se pueda.
La wedding planner, que no pierde una, me dice:
—Niña, que hacéis buena pareja, ¿me das tu teléfono?
Y mira, yo se lo di. Porque esto es literatura, y en la literatura todo es posible:
El pacto de la ficcionalidad, el teorema de los mundos posibles y la fe en el amor improbable.
Total, que entre boda y medio romance, acabamos siendo fotógrafas, chófer, cuñadas y animadoras de boda.
Comimos como si no hubiera un mañana, bebimos como si hubiera dos, y nos zampamos hasta los postres de las mesas vacías (“mejor en la cintura que en la basura”, decían… aunque ahora dudo).
Y por si faltaba surrealismo, en mitad del trayecto el padre se entera de que soy actriz.
Claro, ahí ya la película se vino arriba: la novia delante, el padre detrás, la fotógrafa-actriz en la sillita infantil, y el futuro cuñado esperándome con el micrófono.
Una escena digna de Almodóvar Producciones Fotográficas.
Cuando llegamos a la finca, la novia ya ni se acordaba de que se casaba.
Porque si algo tenemos en Fotoeventos, además de cámaras y sentido del humor,
es que resolvemos lo que haga falta:
que si el coche no llega, que si el moño se cae, que si falta el novio…
Nada, lo que usted necesite.
Que aquí servimos fotos, risas y soluciones a domicilio.
Y todo con un objetivo muy claro:
que tu boda, además de preciosa, tenga historia.
Y si puede ser, que no la cuente tu cuñado, sino tu fotógrafa.
Reserva tu sesión hoy mismo, no te quedes sin las mejores fotos.
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